Con la luz encendida y las luces
apagadas estoy aquí, Amor,
esperando que rompas tu silencio.
En el salón callado,
de acuerdo plenamente con la nieve
caída,
la mente en blanco
intermitentemente busco el ser
que tu presencia otorga.
Al silencio en tu ausencia
hay que llamarlo muerte de aquel todo
que en otro tiempo, Amor, fuera la vida.
Solamente me queda la esperanza
de que no faltarán
un día aquellas luces que tú enciendes,
aunque hoy la luz se apague,
duela el tobillo,
los minutos parezcan insufribles,
impenetrables,
las flores se asemejen a pálidos reflejos
de animales en celo
y el gris sea dolor bajo la lluvia.
Amor hace sutil a quien es hombre rudo:
yo siempre cito al alba.
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