Somos espacio y tiempo limitados.
A veces los olvidamos
y todo asume un aire de eterna irrealidad,
de un vacío sin fecha.
Un espacio vacío sin ventanas,
surcado de preguntas, suelos por terminar
y el desnivel nervioso de las horas.
Un tiempo que circula
en lágrimas que rozan las mejillas
como un río de invierno desbordado.
Un éxodo de corto recorrido
en la nostalgia de una luz que pudo
haber sido algo más que la metáfora
de un animal que marcha sobre el fuego.
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