Nos hacemos los
cálculos precisos,
sumamos, dividimos y
restamos
y las cuentas no
salen nunca exactas.
Multiplica la vida su
problema.
Siempre sobra un
tumor, una condena,
una ola de calor,
quizá un deshielo,
una herida que
lastima o cerró en falso,
el rumor de un futuro
que no llega.
Siempre falta la
sombra de un amigo
que su hueco dejó sin
un “lo siento”
en minutos quemados
por la prisa,
la palabra que es
música y no ruido.
Números son, juguetes
del azar
donde la exactitud es
mito. Muere
lentamente la luz
mientras contamos
los factores que sobran
o que faltan.
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