7 de agosto de 2018

EN EL BOSQUE NO HAY SOMBRAS DE LAGARTOS

Y están siendo los mirlos y sus cantos
compañeros del agua y la paloma,
razones suficientes en mi adentro
para seguir creando mi extravío.

Entornados los ojos me desvivo
para hallar el lugar donde descansan
los búhos y besar el sol purpúreo
sobre tu vientre mientras me deseas.

Mi monte juguetea en tu regazo
desmemoriado, sin oír al tiempo,
dentro, solo, en suspenso. En el bosque
no hay sombras de lagartos. Sólo bosque.

Si esta tarde me invento enloquecido,
las nubes desiguales, casi un rastro,
no es desesperanza, es para verte
un poco más de cerca allá en mis huecos.


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