Y
están siendo los mirlos y sus cantos
compañeros
del agua y la paloma,
razones
suficientes en mi adentro
para
seguir creando mi extravío.
Entornados
los ojos me desvivo
para
hallar el lugar donde descansan
los
búhos y besar el sol purpúreo
sobre
tu vientre mientras me deseas.
Mi
monte juguetea en tu regazo
desmemoriado,
sin oír al tiempo,
dentro,
solo, en suspenso. En el bosque
no
hay sombras de lagartos. Sólo bosque.
Si
esta tarde me invento enloquecido,
las
nubes desiguales, casi un rastro,
no
es desesperanza, es para verte
un
poco más de cerca allá en mis huecos.
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