Se
transformó la noche, llegó el amanecer
con
su bandera blanca.
La
sucesión del tiempo es un misterio
que
clava en nuestras carnes
un
callado temblor.
Temblor
de los sonidos que se mueren.
Abrimos
cada día los ojos con asombro
ante
la levedad del ser y de las cosas.
Se
cierran luego
los
párpados del aire y abandonan
la
luz en el abismo.
Afirman
que la casa del ser es la palabra.
Si
la casa del ser es la palabra
¿dónde
la luz y el aire?
Nadie
sabe los límites
evanescentes
del instante.
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