Desnuda está la mar en sus orillas
y sobre las arenas se desvive
como una parturienta despidiendo este agosto.
Su oleaje no es más que un alboroto
cansado de mirar todos los barcos
y el gesto de lavar todos los cuerpos.
Aún recuerda el eco del instante
de aquellos que encontraron
en su profundidad la luz callada.
Voy llegando despacio hasta las dunas
y dejo que la música de Dvorak
subsane lo dañado en mis parajes.
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