No es fácil evitar las palabras que duelen.
Tal vez desanimarlas.
Llegan como las lluvias, sin horario,
sin sentido, a destiempo, por la espalda.
Pura condensación
de algo supuestamente irremediable.
No es fácil encontrar
un templado resguardo,
un cálido refugio
con un sol en la punta de la lengua
y aceite perfumado en las pupilas.
La lucidez es rumbo,
si en los ojos no se unen las palabras
al vacío que araron las hormigas.
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